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En el año 1348 comenzó la peor de las epidemias que ha conocido la humanidad: la peste negra.
Los datos demográficos de la época no resultan del todo fiables pero
solo en Europa hablamos de la muerte de prácticamente dos tercios de la
población total.
Las repercusiones económicas y sociales de una enfermedad que esquilmó a gran parte de la población mundial
fueron evidentes y aún hoy nos estremecen. No nos extraña que en un
principio fuera confundida con uno de los jinetes del apocalipsis, que
parecía recorrer el mundo destruyéndolo todo a su paso en nombre de un
dios vengativo.
Repercusiones de la peste en la economía
No es mi objetivo analizar los orígenes de la epidemia ni su naturaleza, sino hablar sobre sus repercusiones económicas,
por lo que nos centraremos en las consecuencias de la desaparición
masiva y repentina de gran parte de la población tras la aparición de
varios brotes consecutivos.
Este hecho afectó indudablemente a la demanda de alimentos y otros productos, lo cual se tradujo en una drástica caída general de los precios
tras un fuerte repunte, pero también a la caída de la recaudación
impositiva por parte de los regentes, obligados a subir los impuestos
para mantener el sistema vigente.
Ante la desaparición de gran parte de los contribuyentes, e incluso
de cargos públicos, se dieron situaciones de caos que impidieron la
recaudación efectiva de impuestos como le sucedió a Felipe VI en
Francia.
Los terratenientes que soportaron la epidemia se encontraron con un
gran problema para mantener cultivadas sus tierras evitando que se
perdiera su fertilidad, por lo que tuvieron que abaratar o eliminar sus rentas.
Pese a esto, el mundo parecía desinteresado en lo concerniente al futuro pues todo parecía indicar que este no existiría.
Los trabajadores morían en los campos y pronto se abandonaron las
cosechas, que eran el gran motor económico de la época. En Alemania,
por ejemplo, se estima que el 66% de las tierras quedaron sin dueño a
causa de la muerte de sus propietarios.
Luchando por las propiedades abandonadas
En cuanto fueron remitiendo los brotes de la enfermedad, los supervivientes ocuparon dichas propiedades y comenzaron una vida dedicada al lujo.
El exceso de bienes y la falta de demanda hacían que la vida fuera más
barata aunque en el camino se incrementaron notablemente los problemas legales.
La iglesia y el estado intentaron quedarse con muchas de las
propiedades y los ciudadanos fueron partícipes de la lucha por las
sobras de una sociedad desbordada. La falta de notarios y empleados públicos empeoró aún más la situación.
Los salarios también se vieron profundamente afectados por la
escasez del personal ya que los campesinos aumentaron sus demandas,
hasta el punto de que el rey Pedro I de Castilla tuvo que crear un
decreto para regular precios y salarios, aunque en
ningún caso fue efectivo del todo por el estado de anarquía imperante.
De hecho, se intentaron cosas similares por toda Europa con resultados
similares.
Por otro lado, la gran pérdida de jóvenes amenazó al sistema educativo
y a la cultura en general, por lo que fueron inauguradas muchas
universidades (con un papel destacado por parte de Carlos IV) aunque
estas contaban con el lastre de disponer de muy pocos alumnos y
profesores, que en su mayoría pertenecían al clero, una clase muy
afectada por la peste.
Tanto fue así que la iglesia tuvo que acelerar la ordenación de
sacerdotes para cubrir el gran número de bajas, aunque para ello
tuvieron que contar con personas poco formadas que buscaban ampararse y
rehacer sus vidas, algo que no contribuía a una correcta difusión
cultural.
Un fenómeno tan devastador como la peste negra dejó sus huellas en la historia. Resultó un punto de inflexión social que enfrentó a sus supervivientes e inició una recesión económica de cerca de un siglo de duración.
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Imagen | Chris Tomneer Aka Pseudo
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Parece que los supervivientes al apocalipsis no salieron mal del todo, casas vacías para okupar, precios de alquiler de terrenos más bajos...